Las personas que deciden prescindir del vehículo propio experimentan cambios en su bienestar, pero las circunstancias determinan si son positivos o negativos
Durante la pandemia, muchas personas han decidido prescindir del vehículo privado. Estos cambios vienen en parte determinados por las restricciones de movilidad iniciales, el aumento de los precios de los combustibles, y el surgimiento del teletrabajo, primero como imposición y más tarde como opción preferida por muchos empleados del sector de la tecnología. Pero ¿dejar el coche nos hace más falices?
Un estudio de la Universidad de Basilea, en Suiza, ha examinado los distintos factores que influyen en las decisiones de las personas que abandonan el vehículo particular y los efectos que esto tiene en su bienestar.
Algunos investigadores defienden que desprenderse del coche, es decir, prescindir del vehículo para que un hogar deje de tener uno propio, podría aumentar el bienestar subjetivo. Sin embargo, hasta la fecha hay pocos estudios que respalden esta afirmación.
Los científicos utilizaron datos del Panel de Hogares de Suiza entre los años 2006 y 2017 para evaluar los cambios anuales en el bienestar, algo que mide factores como la satisfacción con la vida, satisfacción con el ocio, alegría y enfado, antes y después de la retirada del coche.
Si embargo, en este análisis se separó a quienes se desprendieron del coche por motivos económicos, es decir, porque ya no podían permitírselo, y aquellos que tenían otros motivos, por ejemplo, laborales o familiares. Los resultados mostraron que para quienes prescindían del automóvil por motivos ajenos a los económicos, los efectos eran positivos, registrando una mayor alegría entre uno y tres años después del suceso.
Por el contrario, para aquellas personas que se desprendían del coche porque no podían pagarlo había una disminución de la satisfacción con el ocio y de los sentimientos de alegría que perduraban hasta tres años después.