Según una encuesta llevada a cabo por las revistas 'Vanity Fair' y '60 Minutes', al menos el 25% de las mujeres occidentales se sienten mucho más cómodas sin usar ropa interior. Sin embargo, una cuarta parte aseguró que de hacerlo sentiría vergüenza.
En el caso de los hombres, el asunto es muy diferente. Una encuesta publicada por la revista 'Men's Health' encontró que solo 5% de los hombres estadounidenses no usa ropa interior, pero la principal razón hacía referencia a la comodidad. Además, añaden, con algunas prendas no resultaría visualmente agradable.
La mirada social que se esconde detrás de cada una de estas respuestas, ese juicio pernicioso que determina la norma, sitúa en planos convexos a dos géneros que actúan desde una sola mirada, la masculina. Teniendo en cuenta que la ropa interior representa la primera barrera entre nuestro cuerpo y el mundo, todos los patrones sobre su uso que se forman distintos acaban acercándose en algo así como una experiencia colectiva: llevar dicha ropa es incómodo. ¿Qué hacer entonces?
Seguridad, mito o verdad
Como apunta el periodista Mike Rampton en 'Mel Magazine', "un elemento mental a tener en cuenta es que protege algunas de las partes más sensibles de nuestro cuerpo, por lo que puede hacer que las personas se sientan más seguras, tanto física como psicológicamente". En este sentido, se ha moldeado a lo largo de los siglos la noción de la imagen personal a través de de la ropa interior.
Así, mientras no usar calzoncillos a los hombres les puede hacer sentir sucios, frágiles e incómodos, llevar bragas y sujetador se ha ido reforzando en los últimos siglos como forma de empoderamiento. Es decir, si despojarse de ellos empieza a entenderse como una forma de libertad femenina, este mismo sentido ha cubierto la norma de llevarlos desde mucho tiempo atrás.
Se han construido todo tipo de mitos para trazar los vértices que normalizan estas prendas, y ya va siendo hora de averiguar qué es cierto y qué no en el discurso que fabrica la ropa interior. Desde la revista 'Health Digest' han consultado a varios especialistas cuáles serían los efectos en nuestro cuerpo de no usar ropa interior para ver desde el plano científico por qué debemos o por qué no deberíamos utilizar bragas, calzoncillos o cualquiera de sus derivados.
Menos dolor de espalda
Los resortes ajustados y/o gruesos de la ropa interior pueden estar dañando los nervios de la parte inferior de tu espalda, como el nervio ciático, situado cerca del final de la columna vertebral. Aunque suena exagerado, hay casos de personas que tuvieron que dejar de usar ropa interior precisamente por este motivo.
Los profesionales explican que, aunque no cortan la circulación (solo faltaba), estas prendas pueden comprimir los músculos circundantes, lo que luego ejerce presión sobre el nervio ciático. Por tanto, si llevas tiempo quejándote de molestias en la zona, ya sabes que podría mejorar notablemente dejando de usar ropa interior.
¿Solución para la irritación?
Si tienes la piel sensible o sufres de dermatitis, sabrás bien que la ropa interior no ayuda mucho a calmar los picores y rojeces. Más allá, y de manera general, muchas personas se quejan de que la ropa interior les causa irritación, así que acuden a algún fármaco o al algodón.
En ese caso, debes saber que esto puede estar empeorando o simplemente manteniéndose pese a otras soluciones que intentas darle, no solo porque la ropa interior esté demasiado ajustada, sino también por los detergentes, suavizantes de ropa, perfumes y las fibras mismas de nuestros calzoncillos, bragas y sujetadores.
Sin embargo, también es cierto que a veces la solución también es un problema. Hay a quien no usar ropa interior les trae consecuencias negativas, pues algunas telas del resto de ropa pueden causar aún más irritación, rozaduras, comezón y otras. Lo más importante en este sentido es conocer tu piel y saber qué necesita.
Reducir las infecciones urinarias
Alrededor del 60% de las mujeres y 12% de los hombres sufre al menos una vez en su vida una infección urinaria. Entre otros motivos, esto suele deberse al uso de algunas telas como la seda o el nailon, pues mantienen la humedad cerca del cuerpo, convirtiéndolo en un caldo de cultivo para las bacterias.
Es por eso que habrás escuchado que es recomendable usar solo ropa interior de algodón. Pero, sentimos decirte, que el algodón no hace magia. "El mito de las braguitas blancas de algodón comenzó antes de que supiéramos nada sobre el ecosistema vaginal, o la biología de las infecciones por levaduras. (...) Si sufres picores e irritación y te han hablado del asunto de las bragas de algodón, es posible que hayas empezado a usarlas y el mismo cambio haya producido un efecto placebo. Estudios recientes no han constatado ninguna relación entre la ropa interior y las infecciones por hongos", asegura la obstetra y ginecóloga Jen Gunter según recoge 'Infosalus'.
Un olor diferente
Algo de lo que nadie quiere hablar nunca es del olor corporal, mucho menos del que desprenden nuestros miembros sexuales. Además, como decimos, la ropa interior de seda u otras telas sintéticas tienden a atrapar el sudor y claro, a medida que este se acumula a lo largo del día, se va convirtiendo poco a poco en mal olor.
Al contrario de esa creencia extendida de que usar ropa interior "bloquea" cualquier mal olor hacia afuera, resulta que nuestros calzoncillos y bragas de poliéster pueden ser poco menos que una bomba fétida en nada que nos descuidemos.
Por supuesto, no es lo mismo usar una prenda ajustada que una más holgada, ni da igual su forma o su tejido. Los efectos en nuestro cuerpo varían según múltiples factores, pero ya tienes otro motivo más para probar la opción de prescindir de ellas.
Consigue dormir mejor
Según el portal 'Medical News Today', "dormir desnudo puede ayudar a que la piel se enfríe más rápido, lo que puede conseguir que la temperatura corporal baje y permitir así que una persona se quede dormida antes".
Esta práctica puede ser especialmente beneficiosa en verano, cuando a nuestro cuerpo más le cuesta regularse y mantener una temperatura cómoda, también es una buena forma de ver qué tal nos resulta desenvolvernos en la desnudez para poder acostumbrarnos a ella.