Que la luz del sol afecta nuestra salud mental y física no es nada nuevo. Basta vernos en pleno invierno, cuando hasta la persona con más gusto por la temporada lúgubre del año pide a gritos un poco más de día. Sin embargo, una nueva investigación ha ido más allá de ese empeño inconsciente por no vivir en penumbra.
La nueva investigación ha demostrado que los rayos del sol también pueden aumentar el apetito, pero con una pequeña condición. Carmit Levy, una de las investigadoras que ha formado parte del equipo de trabajo, cuyos resultados se publicaron el pasado mes de julio en 'Nature Metabolism',
encontró que solo los hombres están expuestos a esta curiosa dependencia.
Levy había estado estudiando en ratones cómo los rayos ultravioleta-B (UV-B) afectan la piel, pues los rayos UV-B del sol son la causa principal de las quemaduras solares y los cambios en la piel que pueden provocar cáncer. Para su análisis, expuso a los roedores a dichos rayos durante algunas semanas. La dosis era tan débil que en principio no les causó ningún enrojecimiento, pero sí cambios en el tejido graso de los animales. Y sorpresa: algunos de los ratones también aumentaron de peso. ¿Tenía también que ver con el sol?
Tres variables
Con nuevos ratones, entre los que había machos y hembras, descubrió que, efectivamente, la exposición a los rayos UV-B aumentaba el apetito de los ratones machos, pero no de las hembras. Resulta que los machos, además, se esforzaban más para llegar a la comida. Algo los estaba motivando a comer más.