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Oxitocina: de la “hormona del amor” a la hormona de la amistad
Por Juan Carlos Colmenero
Publicado en 16/08/2025 15:26
Curiosidades

Los pequeños roedores nos enseñan que la oxitocina no solo favorece el romance: también acelera la creación y el mantenimiento de amistades duraderas.

La oxitocina es una hormona y neuromodulador cerebral liberada en situaciones tan distintas como el parto, la lactancia, las relaciones sexuales o una simple interacción social. Se le apodan “hormona del amor” o “hormona de los abrazos” por su papel en generar apego, confianza y cercanía. Sin embargo, los estudios recientes con topillos de la pradera (roedores monógamos y muy sociables) muestran que su función va más allá del romance.

En un nuevo trabajo de la Universidad de California en Berkeley, investigadores liderados por Annaliese Beery han demostrado que la oxitocina es crucial en la fase temprana de la amistad entre topillos. Los animales con receptores de oxitocina intactos forman vínculos con otros en apenas 24 horas de convivencia, manifestándose en comportamientos como acurrucarse, acicalarse o incluso sentarse unos encima de otros. En cambio, los topillos genéticamente modificados para carecer de estos receptores tardan hasta una semana en desarrollar la misma preferencia por un compañero y, en entornos sociales amplios, se mezclan indiscriminadamente, sin mantener la cercanía inicial con su “amigo” conocido.

Los topillos de pradera son muy sociables, forman parejas monógamas y establecen relaciones entre iguales similares a las amistades humanas. El estudio de las hormonas implicadas en los vínculos sociales podría ayudar a los científicos a comprender las interacciones sociales humanas y los trastornos que dificultan la formación de relaciones estrechas. Crédito: Laboratorio de Annaliese Beery/UC Berkeley

Los topillos de pradera son muy sociables, forman parejas monógamas y establecen relaciones entre iguales similares a las amistades humanas. El estudio de las hormonas implicadas en los vínculos sociales podría ayudar a los científicos a comprender las interacciones sociales humanas y los trastornos que dificultan la formación de relaciones estrechas. Crédito: Laboratorio de Annaliese Beery/UC Berkeley

El estudio, publicado el 8 de agosto en Current Biology, utilizó tres tipos de experimentos para evaluar estas diferencias. En el primero, midieron el tiempo necesario para establecer una preferencia por un compañero: mientras los animales normales mostraban afinidad clara en un día, los modificados no lo hacían hasta varios días después. En el segundo, en un “escenario de fiesta” con múltiples topillos y espacios conectados, los individuos normales permanecían cerca de sus amigos antes de interactuar con extraños; los carentes de receptor de oxitocina socializaban sin distinción desde el principio. En el tercero, se evaluó la motivación de los topillos para acceder a un amigo o a un extraño presionando una palanca: las hembras normales trabajaban más por ver a su amigo o pareja, pero las carentes de receptor solo mostraban ese esfuerzo por su pareja, no por amistades.

Los investigadores concluyen que la oxitocina no es indispensable para que la amistad se forme a largo plazo, pero sí para que aparezca rápidamente y con una clara preferencia hacia un individuo concreto. Su ausencia genera amistades menos estables y una menor selectividad social, aunque también reduce la agresividad hacia desconocidos. Esto refleja un papel doble: por un lado, promover el acercamiento a conocidos; por otro, reforzar la distancia con extraños.

Además, el equipo empleó un nanosensor de oxitocina desarrollado en el laboratorio de Markita Landry, basado en nanotubos de carbono y secuencias específicas de ADN que brillan al unirse a la hormona. Así pudieron comprobar que, en los topillos sin receptores, no había un aumento compensatorio de oxitocina, sino al contrario: su liberación era menor y en menos puntos del núcleo accumbens, región cerebral clave para el placer social.

Estos hallazgos amplían la visión de la oxitocina: lejos de limitarse al amor romántico o la crianza, esta molécula también interviene en algo tan esencial como decidir con quién queremos (o no) pasar el tiempo. Y, como muestran los topillos, quizá la amistad sea una de las funciones sociales más antiguas y profundas en la evolución de los vínculos.

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